martes, 20 de abril de 2010

debate.com.mx Raymundo Riva Palacio Actualizado: 18/04/2010 11:26:00

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Raymundo Riva Palacio
Actualizado: 18/04/2010 11:26:00

El general es enorme. Alto, con gruesos hombros y amplios pectorales como si hubiera nacido con músculos, Guillermo Galván, un militar con la cara de bronce como tantos en el Ejército Mexicano, es alguien con quien nadie quisiera toparse en un callejón. Su cara adusta inhibe; su porte físico, impone. Ahora, también su voz la escuchan. Tiene un tono de reclamo y una letra de exigencia. Durante un año ha pedido que se regule la participación del Ejército en la lucha contra las drogas y su permanencia en las calles, y finalmente le hicieron caso. Esta semana se empezarán a llenar los trámites parlamentarios para sacar adelante un nueva ley de Seguridad Nacional, donde se hagan las reformas legales que regulen la participación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y resuelvan las lagunas constitucionales en las que se encuentran al realizar tareas de seguridad pública, que es lo que el general Galván ha estado pidiendo desde hace más de un año. La demora en esta discusión y eventual reforma ha tenido costos políticos fuertes, contra él y los militares. El Ejército está metido en una polémica nacional por los abusos cometidos en el combate a criminales, y el general Galván es el último pararrayos que tienen los militares de caer en la ilegalidad. En las últimas semanas ha habido una racha de civiles muertos –le llaman "daños colaterales"- en Chihuahua, Durango, Guerrero, Nuevo León y Tamaulipas-. El respaldo nacional al Ejército sigue por encima del 70%, pero la percepción que se está formando es que los soldados jalan el gatillo con demasiada facilidad.

Las muertes de civiles esconden sus méritos. Son los proveedores de la mejor inteligencia que tiene el gobierno mexicano contra los narcotraficantes, por encima del Cisen. Son a quienes patrullan calles y carreteras del país, por encima de la Policía Federal. No son como la Marina, cuyos comandos realizan operaciones quirúrgicas de aniquilación, y sin embargo son únicamente ellos quienes pagan públicamente por la muerte de civiles.

La moral castrense se está comenzando a caer. "¿Por qué la gente no grita cuando los muertos son soldados?", cuestionó intrigado un comandante de jefe de Zona Militar a un gobernador en el norte del país. En otro momento, un general aseguró a un político, como tratando de convencerlo: "Nosotros no somos criminales. No estamos en las calles para matar a la gente, sino para protegerla". Un empresario regiomontano espetó a un general sobre lo que estaban haciendo y le respondió el militar que no debiera olvidar que los soldados eran voluntarios. "Nosotros escogimos un trabajo para defenderlos a todos ustedes", atajó.

La tensión generada entre los mandos castrenses en el país por la dinámica de desentendimiento con los grupos sociales, generó presiones internas al general Galván, quien en diciembre de 2006, por una instrucción presidencial, organizó a su tropa y la envió a combatir al narcotráfico. Durante dos años los militares no chistaron. Hace un año comenzaron los reclamos al secretario de la Defensa porque consideraban que no estaba defendiéndolos lo suficiente ante el presidente. El general Galván tomó nota y actuó en varios frentes.

Galván es el general de División de cuatro estrellas de mayor antigüedad –de no haber sido nombrado secretario, se hubiera retirado en 2008-, y a diferencia de algunos de sus antecesores, ha comandado tropa en el campo. Es el segundo secretario, después del general Enrique Cervantes, que es oficial de artillería del Colegio Militar, y fue jefe de operaciones aéreas del Estado Mayor Presidencial y jefe de su Sección 5ª., que se encarga de planes y proyectos.

Pero sobretodo, por su responsabilidad actual, es la experiencia al mando de tropa en seis zonas militares. La lucha contra el narcotráfico no le es ajena. Fue jefe de la 5ª. Zona Militar al arrancar el gobierno del presidente Vicente Fox –antes de ser subsecretario- en Chihuahua, y se le responsabilizó la fuerza de tareas "Marte", para combatir narcotraficantes en ese estado, Durango, Guerrero y Nuevo León.

La vasta experiencia ha sido acompañada de palabras fuertes que no han pasado desapercibidos por la opinión pública. En junio del año pasado, se quejó de la falta de recursos para las Fuerzas Armadas. La falta de armamento y equipo aéreo, dijo, haría que en el remoto caso de una guerra contra Guatemala, México perdiera. Siguen con problemas logísticos, pero ganó una de las batallas: aumentar salarios a los soldados. Un resultado ha sido haber disminuido en 40% la tasa de deserción que tuvo el gobierno foxista.

Galván ha sido muy directo con los legisladores, y ha roto con todos los precedentes al ir personalmente a cabildear por recursos y adecuaciones legales, al Congreso y al Senado. La problemática que les ha planteado es dramática. Medio millón de mexicanos están relacionados directamente con el narcotráfico, les dijo en una ocasión. La oficialidad ya no estaba a gusto con participar en la lucha contra el narco, les comentó recientemente al insistir en las reformas a la Ley, que planteó abiertamente, por primera vez, en febrero del año pasado. En su lucha por cambiar el estado de cosas, ha invitado a políticos de todos colores a platicar en sus oficinas.

Su relación con el presidente Calderón es excepcional y lo ve con regularidad, pero es todo lo contrario cuando se trata del secretario de la Marina, Francisco Saynez, con quien las diferencias han generado un deterioro constante. El problema entre ellos explotó cuando el general Galván propuso al presidente que la Marina fuera incorporada bajo su mando, que no logró.

En el combate al narcotráfico, ha sido el Ejército, no la Marina, la más afectada ante la opinión pública, lo que ha provocado tensión entre la oficialidad. En unos días, si el calendario del Senado trabaja en beneficio del Ejército, saldrán las reformas constitucionales para proteger a los soldados de un futuro funesto. Si se establece el blindaje buscado, el general Galván habrá librado las críticas internas. Pero si con todo lo que ha hecho en el último año no lo logra, el sentir interno en las Fuerzas Armadas será que no los defendió como debería de haberlo hecho y llevará a que ese hombre de físico hercúleo profundice la decepción que se ha venido incrementando entre sus pares.

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